martes, 30 de abril de 2019

Ay, gigantes centinelas






El bosque no teme al tiempo,

sólo un incendio lo apaga

y el pájaro es un segundo,

breve flecha entre las ramas,

saetilla de relojes,

que el paisaje nos regala

y a las seis, cuando amanece,

canta frente a tu ventana.

-Ay, cucú, que me fastidias,

quiero abrazarme a mi almohada,

que afuera sigue nevando

y está blanca la calzada.

Ay, cuco del monte verde,

vuela con otros fantasmas,

déjame dormir un rato

que no ha sonado la alarma.

Los minutos pasan raudos

y el niño aguarda en su cama

que le lleve el desayuno

con café, leche y tostadas

untadas con queso blanco

y un poco de mermelada.

-Padre, muy pronto en la escuela

repicará la campana

y al maestro le fastidia

que entremos tarde en el aula.

El reloj domina al mundo

y en la cabeza se instala

de padre e hijo que cuentan

los segundos que les faltan.

Ambos miran hacia el bosque

donde el árbol se agiganta,

pues su vigor vence al tiempo

y hacia el cielo se derrama.

Las centurias no perturban

sus raíces aferradas

para florecer de nuevo

con la fronda renovada.

¡Ay, gigantes centinelas

de mi vida que se escapa!










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