Sobre
la superficie remolinos de olas
se
abaten contra el casco en recias embestidas,
torrentes
se desploman en fuertes avenidas
y el
trayecto es muy largo por esas aguas solas.
Ramillete
de almas, fragantes amapolas
laten acompasando
las horas transcurridas,
y el
casco se sumerge por preservar sus vidas,
pues solo
el periscopio soporta las cabriolas.
En las
profundidades se enciende un estallido
y es
oscuro el silencio del Atlántico helado,
sin rastros
que nos guíen al gigante perdido,
por tácitos
misterios que nadie ha revelado,
mas el
dolor resiste, no se entrega al olvido,
mientras
el mar entona su cántico sagrado.