En el fin
de la tierra encontré una gaviota
que
alcanzaba en el vuelo una playa nevada,
bien deseaba que fuese mi alma libre e ignota
pintando evanescente su silueta plateada.
Extendía mis brazos en la borda del barco,
pues la
metamorfosis prometía ser breve;
pensé que yo era el ave ascendiendo en el marco
de los
siete colores que esmaltaban la nieve.
La alegría me aislaba de mi entorno viajero:
mar y cielo confluían y un silencio rotundo,
mar y cielo confluían y un silencio rotundo,
marcando la frontera de aquel etéreo albero.
Fui pájaro o fui hada ya en ensueño profundo,
mi levedad
flotaba en torno al orbe entero
y crucé el arco iris en el final del mundo.