¡Llora, maga gestora del reino vegetal! -le sugerí a la lluvia-.
Sopló el viento en su flauta
un aire galopante,
estremeciendo barandales y buhardillas.
El trueno acompasaba el raudo impromptu
con sus recios tambores
y el numen de las flores no dudó:
desgranaba la escala del color
y el hechizo mareante del perfume,
al desplegar sus alas de cristal
en este invernadero tutelar que hoy habitamos.
Exóticos efluvios espesaron el aire suspendido,
perlaban humedad sobre lo vidrios
´para escribir esta aventura que apremia y nos convoca.
-En breve estrenarás la primera fascinación de nuestros nombres
en la pizarra de agua que nos inventa rostros
y brotará la flor de oro junto al enamorado sol de la mañana,
mientras me busques,Vida, en el recóndito reloj de tus latidos.