sábado, 8 de septiembre de 2012

A un dálmata en el retablo (19 de diciembre de 2002)

Hoy te has ido en silencio, mi bellálmata,
 payasín de mi patio de gardenias, 
 y no ha tocado el gallo del vecino 
 su acostumbrada diana mañanera . 
Quizás adivinó en su inquieto sueño 
 que el canto de los lobos de la estepa 
 ya no respondería a su llamado
 y prefirió evitar la vana espera.
 Y tu amigo, don Gato, taciturno, 
 despreció a su pandilla bullanguera:
 se ha quedado de guardia en tus rincones
 con su uniforme gris de centinela.

Tu cola giratoria ya describe
 la órbita del sol entre sus vueltas.

 Navegarás por prados azulosos
 y beberás el néctar de un cometa, 
 endulzado en flamígeros anillos 
 con granizo translúcido de estrellas; 
 quizás estés saltando por las nubes 
 para alcanzar la ronda de planetas, 
 pues veo en el espejo de la luna
 que bailan rutilantes motas negras
 y pienso que también me estás buscando
 en ese iglú rodante de poetas.
 ¿O el Niño Dios te quiere en su retablo
 para aplaudir tu danza de piruetas?

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