A un dálmata en el retablo (19 de diciembre de 2002)
Hoy te has ido en silencio, mi bellálmata,
payasín de mi patio de gardenias,
y no ha tocado el gallo del vecino
su acostumbrada diana mañanera .
Quizás adivinó en su inquieto sueño
que el canto de los lobos de la estepa
ya no respondería a su llamado
y prefirió evitar la vana espera.
Y tu amigo, don Gato, taciturno,
despreció a su pandilla bullanguera:
se ha quedado de guardia en tus rincones
con su uniforme gris de centinela.
Tu cola giratoria ya describe
la órbita del sol entre sus vueltas.
Navegarás por prados azulosos
y beberás el néctar de un cometa,
endulzado en flamígeros anillos
con granizo translúcido de estrellas;
quizás estés saltando por las nubes
para alcanzar la ronda de planetas,
pues veo en el espejo de la luna
que bailan rutilantes motas negras
y pienso que también me estás buscando
en ese iglú rodante de poetas.
¿O el Niño Dios te quiere en su retablo
para aplaudir tu danza de piruetas?
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