Resplandecen las calles con topacios del agua
cuando el sol de la tarde las mira confundido
y el oro que desprende su deslumbrante fragua
adorna la calzada con lujoso vestido.
Vuela un papel plateado con forma de piragua,
aterriza en un charco brillante y colorido
desde un coche apurado que salpica mi enagua
y un niño en la luneta me mira divertido.
Ya giro con la danza de gotas luminosas
que tejen en mi pelo una red de diamantes,
en tanto el viento estrena escalas luminosas
que van sumando al baile hojas de otoño errantes,
mientras pintan mis botas irisadas baldosas
y la vida festeja sus dorados instantes.
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