sábado, 4 de enero de 2020

Mamá y los cerezos




Tus dedos voladores en el jardín porteño,
entre árboles parlantes y una fuente encantada,
despertaban mi asombro con la manta bordada
que hamacaba cerezas de un bastidor risueño.

Yo a tu lado pintaba con infantil empeño
guindos exuberantes con su copa colmada
de esferas deliciosas que tus manos de hada
para mi dibujaban en un libro de ensueño. 

Tus prunas alegraron mi vestido de organza
y un sombrero fraterno lució tus frutas rojas,
que en Navidad regresan con dulce remembranza

de tu presencia, madre, perdida en lontananza,
detrás de un biombo negro con flores rosas y hojas
cuyos pétalos flotan en lluvias de esperanza.




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