Hay una imagen que a menudo añoro
a contraluz de diáfanos reflejos.
que mi retina en mágicos espejos
esconde en el cendal de su tesoro.
El mar te
recibía con un coro,
si el sol
se distraía en los bosquejos,
nimbando tu
silueta desde lejos
con un
tibio joyel de tinta de oro.
Y en aquel arenal resplandeciente
entre
piedras preciosas del paisaje
la llama de
la alquimia fue la fuente
que encandiló
el idilio del viraje
para
sembrar de luz eternamente
el destino
final de nuestro viaje.
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