Era la luna
una farola de oro,
y el río
iba espejando sus torrentes
para que se
mirara en sus afluentes
que le
ofrecían un caudal sonoro.
Feliz
resplandecía con decoro,
reverberaba
plena en sus vertientes,
bruñendo
con estelas esplendentes
el
burbujeante curso tan canoro.
Y un sauce
que dormía en las orillas
soñaba que
doraba su melena
entre
cascadas de aguas amarillas.
Tembló la
luna al vislumbrar la escena
pensando en
la hojarasca de la trillas,
buscó una
nube y evitó la pena.
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