En mi viaje
celeste descubrí tu ramaje,
tus ramas
infernales sobre el azul sidéreo
como si en
tu planeta un bosque deletéreo
te atrapase
entre lianas de apetito salvaje.
Hoy agrego
mi savia a ese rojo ropaje
para que
tus raíces nutran el tronco férreo
y una
corona de hojas perfume un verde etéreo
para
enlazar las cintas que tejan tu follaje.
Y el viento que fatiga tu alquería lejana
me ha visto
y cambia a veces su arena por rocío
soplando de
los polos el agua que te sana
para que
tus espejos no reflejen el frío
sino una
primavera que cante a la mañana
y palpite
la vida en tu ensueño de estío.
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