Me alegra que te marches, prolongado solsticio,
anhelo que
florezca la desolada huerta
no te
escondas artero por detrás la puerta,
pues se cuela aire frío por un tenue resquicio.
Equinoccio,
prodiga tu color y el bullicio
por patios
o jardines, si la vida despierta,
que las
flores recuerden por fin la voz de alerta
y exhiban sus corolas espiando por el quicio
de ventanas
abiertas y rejas perfumadas
con
fragantes jazmines y rosas diminutas,
que desplieguen sus redes con impulso selvático
de ráfagas marinas huyendo por las radas,
de ráfagas marinas huyendo por las radas,
que orienten al viajero por la sal en las rutas
y el ansia de las moras irrumpa por mi ático,
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