Tal vez un pez trepado en la proa oxidada
o un mascarón moderno de onírica maqueta
han encontrado juntos la mágica receta
de alojar a la luna paseando por la rada.
Hoy la nave orgullosa singló por la ensenada,
aunque el antiguo casco roló en una pirueta
y el resultado infausto de aquella voltereta
fue el fondo del océano con la ilustre invitada.
La bella pasajera alumbró aquel paisaje,
irisando secretos de extrañas caracolas,
y las ondas chispeaban dorando su hospedaje,
pero el viento nocturno jugó sus carambolas:
la bajamar confusa desnudó aquel paraje,
echó a la visitante y despidió a las olas.
Mas guardan las farolas
sus fases y reflejos, brillando en las cabriolas
con su tiara creciente, se duplica en su cuna
el mascarón ambiguo que disfraza a la luna.
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