El gran ojo
de Dios refleja el cielo,
y el mundo
se resuelve en su pupila
que adensa la
alba nube, si destila
un llanto
de dolor en su pañuelo.
Es bálsamo
el azul como consuelo,
si el sol
nuestras tristezas encandila
con la
tibieza de su luz tranquila
que desgrana colores en el suelo.
Pues la
naturaleza en su prodigio
descubre la
alegría en los rincones
y no queda
de sombra ni un vestigio,
floreciendo
gavillas de ilusiones
para realzar su ciclo con prestigio
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