Al mirar esos ojos -no sé quién será el dueño-,
mi corazón
despierta con un roce de rosas,
y elijo el
lapicero que habla de horas hermosas
en las hojas de un libro que vuelan hacia el
sueño.
Será algún
nigromante que ha cambiado el diseño,
animando el
desierto con su playa graciosa
ceñida por
los mares y por la selva umbrosa
con ágiles bandadas de un paisaje risueño.
El reloj se
detiene en mi mundo que añora
vivir la
fantasía desterrando ese ruido
de rutina y hastío que la vida deplora
con mágica añoranza de algún edén perdido
que el alma
solitaria a veces rememora,
absorta en
embelesos que borran el olvido.
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