Aunque ahora estoy aquí, yo era La Pinta
que animó a Don Martín en el intento
para empujar mi proa a sotavento
por una ruta oceánica distinta.
Con el trinquete y la mayor sin cinta
singlé primera y rauda como el viento,
que me impulsaba hacia el descubrimiento
-por mares de glicinas o su tinta-
de tierras con gentiles cocoteros
en islas apacibles de esmeralda
tras playas con arena cristalina.
Y mientras mis audaces marineros
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