Mientras
me hamaco, miro
el foco de la cámara, que es tu ojo virtual y
consecuente,
propicio a mi destino bajo algún cielo exótico,
magnífico de sol o en claroscuro adiós de golondrinas.
De pronto estoy aquí, frente al amanecer impostergable
que irrumpe
tras un lienzo de gaviotas,
pintando con sus luces de bengala praderas florecientes
de colores.
Tal
vez me has observado con sigilo
puertas adentro de un palacio, desde el acantilado
con rejas entreabiertas para encantar al más
osado forastero,
a
través de moriscas ojivas desveladas
o troneras afuera del navío, anclado en la
bahía solitaria.
Me inundas
de repente de verde ilusionado
para latir
de nuevo en primavera
con tu
mirada pródiga de océano
sobre el
vaivén de la ola o de un columpio
que es pulso
enmascarado y evidencia
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