Veloz trepaba la orquídea hamacándose en las lianas
y enroscaba sus zarcillos mientras croaban las ranas
junto al chorro de una fuente que burbujeaba vapor,
ella pintaba sus
aguas de diferente color
al reflejar sus sonrisas blancas, lilas y rosadas
que eran estrellas del bosque codiciadas por las hadas.
La flor se abrazaba al árbol para buscar un sostén,
y las víboras mentían que lo hacía su rehén.
Mas las hojas fascinadas comprendían que eran celos
y suspiraban felices por la fiesta con revuelos
de exóticas mariposas y graciosos picaflores
que animaban la floresta de
encanto, trinos y amores,
pues con el polen fecundo se iluminaba la vida
-susurraban las abejas
sobre la rama florida-
para conquistar el néctar de las mieles milagrosas
que perfuma a quien lo bebe con sustancias vigorosas.
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