El tren alcanza el destino
donde termina el camino,
y las amables espigas
nos saludan como amigas
por la brisa o los colores
de luminarias y albores.
En la rada un barco anclado
parece haber atracado
con un nuevo contingente:
no soy la única valiente,
que ha de explorar el futuro
por aire, tierra y por mar.
Hemos venido a buscar
esa respuesta escondida
que ha escamoteado la vida.
Después de correr el velo
que oculta el puerto del cielo,
el tren detiene su viaje.
¡Caro ha costado el pasaje!...
Pero la estación de gala
es la mejor antesala.
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