Te mira
Buenos Aires, fragata enamorada,
de estas aguas leonadas que dan siempre cobijo
al nauta
que promete, sea extranjero o hijo,
respetar las insignias de tu tierra sagrada.
No habrá
motín alguno ni una artera emboscada
que pueda
someterte ante un fraude prolijo:
-Seré sólo
la novia del puerto que yo elijo-,
canta tu voz de pueblo en fogosa algarada.
canta tu voz de pueblo en fogosa algarada.
Te saluda
la sangre de tres generaciones
de
gallardos marinos que extendían tu vela
por conocer
los mares de exóticas naciones
y hoy te
elige Celeste para su bella tela,
recordando
a su abuelo quien honró tus blasones
hablándote
de hazañas camino hacia la escuela.
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