Convoqué a
las estrellas para buscar mi estro
y un
astrolabio milagroso marcó tus coordenadas de inmediato.
Subí a mi
nave más velera y me lancé a la mar con valentía
de cara al cielo, encendida la piel,
avizorando soles.
Entonces fue
más rosa que nunca la rosa de los vientos:
floreció por milagro en altamar pintando
primaveras,
y orientando
mi rumbo con brisas perfumadas de playas
escondidas
hasta
encontrar tus luces de bengala.
La aguja
del compás bordaba primorosa el derrotero…
Allí estabas,
de pie sobre los riscos, fosforescente en la entusiasta marejada;
yo bien
cerca de ti, bogando a toda proa hacia el acantilado,
(a un
naufragio seguro), por miedo de perderte,
perderme yo
primero- le dije a mi coraje.
-Aquí estoy, mi rumbo ahora es tu rumbo -te animé capitana-,
¡alcanza ya mi barco en este golpe de ola, no lo
pierdas!
A nado te
lanzaste hacia el bauprés, yo te tendí los cabos,
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