



Allá en el monte Fuji expertos jardineros
engalanan laderas de cerezos floridos,
y en mi huerto perfuman rosados durazneros
nacidos casualmente de carozos perdidos.
Si le muestro a mi nieto estas fotos hermosas,
escucha mi relato con ojos sorprendidos
y sonriendo señala entre las ramas rosas,
pues detrás de las hojas hay frutos escondidos.
Después de una semana me ha llegado otro cuento
de un durazno maduro que añade a su memoria
de infante de dos años y un claro sentimiento
me embarga y regocija endulzando el momento
ya que el niño ha agregado detalles a la historia
donde mis gatos ríen en su gracioso invento.
Tejí con boj y helechos la red de primavera
de un aroma silvestre que perfuma mi té,
entre lluvias de pétalos reconozco mis flores
son margaritas blancas con polen de lamé.
Y si un viento de hojas me lleva hasta el otoño
pues no quiere la nieve todavía flotar:
serán botones rosas sobre mi íntimo tiempo
que el sol de algún verano se ocupó de pintar.
y broten vidas nuevas del follaje y la flor,
será un destino alegre para quien disfrutara
del paisaje del mundo y su ofrenda de amor.
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Se nos quedó el amor en noche azul,
sobre rosas de escarcha tras la helada
de la rivera blanca en la nevada
bajo nubes de raso, sueño y tul.
Y te has quedado al pie de un abedul,
único de su especie en la explanada
de pinos centinelas, perfumada,
que esconden la carrera de un huemul.
Yo patino hacia ti sobre este lago
celeste con la luna en cicloramas
que filtran sortilegios de algún mago
alerta que es lucero entre las ramas
con candelas secretas que no apago
pues suelen encenderse si me amas.