Allá en el monte Fuji expertos jardineros
engalanan laderas de cerezos floridos,
y en mi huerto perfuman rosados durazneros
nacidos casualmente de carozos perdidos.
Si le muestro a mi nieto estas fotos hermosas,
escucha mi relato con ojos sorprendidos
y sonriendo señala entre las ramas rosas,
pues detrás de las hojas hay frutos escondidos.
Después de una semana me ha llegado otro cuento
de un durazno maduro que añade a su memoria
de infante de dos años y un claro sentimiento
me embarga y regocija endulzando el momento
ya que el niño ha agregado detalles a la historia
donde mis gatos ríen en su gracioso invento.
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