Tal vez era el ocaso, quizá fuera la aurora
con luces tamizadas de lucero y menguante,
coloridos celajes de poniente o levante
hechizaron el aire de brisa soñadora.
Los árboles desnudos temblaron un instante
dos diamantes fulgentes eclipsaban la hora:
mi gata embelesada fue insomne espectadora
de llameantes violetas y algún pájaro errante.
Cautivas del invierno permanecimos quietas:
tú fuiste en el crepúsculo tigresa de Bengala,
compartiendo silencios e impresiones secretas
de amistad entre especies que se aprende y regala
con miradas y arrullos en mágicas recetas
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