En mi
islote de hielo me siento una princesa
cuando el
sol se derrama en brillantes reflejos,
que
despliegan matices de la piedra turquesa
mientras la
voz del ogro rebota en sus espejos.
Y la isla
es fragata cuando la besa el agua
ccn sus
velas translúcidas que miran al poniente,
mientras
rondo su casco con mi frágil piragua
o los remos
salpican granizo del relente.
Carámbanos
de escarcha y verdes abanicos
en témpanos
viajeros de estrellas infinitas
ascienden
sobre el lago en albos tenderetes.
Y el glaciar
es castillo con sus gélidos picos,
con sus
góticos arcos radiando estalagmitas
en glaucos
alamares y azulosos ribetes
de
inmaculados príncipes que en bandas de jinetes
del alto cielo diáfano, sobre el aire de raso
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