Me gustan
las carteras ecológicas, aunque no por el precio conveniente
sino porque
con ellas
me siento más ligera y hasta puedo volar con dulces pajaritos,
o congeniar con loros y gallinas
cuyos suaves copetes acaricio con la mirada puesta en el azul.
Y si el
viento me ofrece otra pluma perdida de una vieja película, la uso en mi tinterillo
como una joya exótica y viajera.
Me
visto entusiasmada y seductora con una buena imitación de tigre o de leopardo
que me hace
tan felina, tan fina y femenina
como las
bellas fieras que hoy me inspiran
o emulando entusiasta el cálido pelaje de un conejo
muy blanco y tan bonito
que aprendo
a dar saltitos en el país bucólico de
Alicia.
Más leve y
más hermosa, me siento agradecida,
respetando
al modelo perfecto de la Madre Natura que la moderna industria imita
alegremente
y recibo
dichosa y
sin alardes
el milagro
de todas las cuerinas que dibujan
serpientes, cocodrilos o carpinchos
de múltiples colores, tan falsos y vistosos,
de múltiples colores, tan falsos y vistosos,
sintiendo
muy adentro que todas las vaquitas son Aurora, simpática historieta de mi
infancia.
Ahora me veis arriba acariciando sin
prejuicios los cuernos figurados de este Bambi.
Y así me
elevo por los aires más etérea y galana, bien tenue y franciscana,
otra Clara bien clara, compañera,
otra Clara bien clara, compañera,
gran hermana
de todas las especies,
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