Tal vez algún atajo, algún repliegue incierto
me devuelva vivencias de un tiempo distraído,
que impulsen mi navío a ultramar o a otro puerto
donde un demiurgo anuncie el mañana dormido,
que genera esperanza y cierto desconcierto
(soy simple juglaresa de un mundo conocido).
En mi hatillo de versos apenas me despierto
tejo blancas corolas de amores que no olvido,
sembrando margaritas al borde del desierto
que orientan al viajero hacia el orbe perdido.
Con mi madre y mi hermana, esencias permanentes,
en este fluir sin pausa del río de mi vida,
quisiera sumergirme en diáfanas vertientes
para volcar mi savia en una fuente ungida
por ese doble espejo de sonoros torrentes,
entonando en secreto salmodias prometidas,
con un dúo de voces sobre ondas elocuentes
de un ciclo que retorna e invita a la partida,
en este julio ambiguo de auroras y ponientes
cuyas sombras me abrazan por selvas escondidas.
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