Un tordo melodioso me despierta
con ansias de volar en pleno cielo,
y su canto, violín o violonchelo
arrulla a mi amapola con su alerta,
que late complacida con la oferta
cuando sus plumas juegan con mi pelo
y remontando en jubiloso vuelo
olvido en el ayer mi vida yerta.
Me aplaude el mar con platinadas olas,
plenas de madreperlas y corales
que engalanan las peñas con estolas
y al planear sobre espumas y cristales
me saludan los peces con sus colas,
mientras estreno alturas esenciales.
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