Así se conocieron Linda y Teo,
una tarde
de sol cuando mi gato
salió al
jardín siguiendo un arrebato
y descubrió a su amiga en el paseo.
Todavía en
las alas de Morfeo,
vi la
versión felina del retrato
del hada de
la nieve y en un rato
decidí
atesorar su ronroneo.
Tres ovillos
de nubes y otro bruno
jugaban en la cesta, ante mi asombro,
meses
después faltaba la pareja.
Los críos
se mudaron, quedó uno
que mira
por encima de mi hombro
Y en su
cara refleja,
como si
fuera un áureo camafeo,
el misterio de amor de Linda y Teo.
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