No se marchen, amigas,
en el tren del olvido
que el devenir
constante de sueños y querencia
vuela en raudo
caballo tras las nubes de ausencia,
buscando entre agua y cielo el tiempo fugitivo.
La fuente va cantando el minuto perdido,
si los ojos refulgen de alegre transparencia
con el brillo chispeante de nuestra adolescencia
que brota entre las flores del valle compartido.
Salta el corcel sorteando musgosos roquedales,
arroja oleadas dulces de burbujas graciosas,
brillantes de piedritas de cauces iniciales
en un caleidoscopio de figuras curiosas,
y sus alas refrescan antiguos arrabales,
salpicando la vida con aguas luminosas.
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