que encenderá la yesca del
otoño
dando lumbre a doradas aventuras por esos bosques gualdas de naranjos,
chisporroteantes de hojas,
bajo una ráfaga de luz que apura el calendario
bajo una ráfaga de luz que apura el calendario
hacia abriles de
viento
y mayos de lloviznas insistentes que disuelven estrellas,
cuando buscan en vano y sin descanso reflejarse en el biombo satinado de
la luna.
Dormita el aire entre los pliegues de la brisa
y el campo despereza su holocausto letárgico,
soñando con
perdidas primaveras
de verdores
vibrantes que se han ido
a otro circuito frívolo del tiempo, autómata impasible,
que repite rutinas de un ciclo itinerante,
mientras mi prodigioso pedernal insiste con el rito,
entre los leños
húmedos de impiadosas borrascas,
susurrando la fórmula secreta bien erguida en mi vuelo,
desafiando el espacio
electrizado de tormentas
con mi traje más rojo de maga del otoño, prolongando las llamas del ocaso,
en tanto que mis labios pronuncian el conjuro:
“No crepite la hoguera, que se incendie de oro, que chispee perpetua
y el fuego
inextinguible del verano fulgure en nuestro abrazo".

No hay comentarios:
Publicar un comentario