



Poemario de Maygemay González
Allá en el monte Fuji expertos jardineros
engalanan laderas de cerezos floridos,
y en mi huerto perfuman rosados durazneros
nacidos casualmente de carozos perdidos.
Si le muestro a mi nieto estas fotos hermosas,
escucha mi relato con ojos sorprendidos
y sonriendo señala entre las ramas rosas,
pues detrás de las hojas hay frutos escondidos.
Después de una semana me ha llegado otro cuento
de un durazno maduro que añade a su memoria
de infante de dos años y un claro sentimiento
me embarga y regocija endulzando el momento
ya que el niño ha agregado detalles a la historia
donde mis gatos ríen en su gracioso invento.
Tejí con boj y helechos la red de primavera
de un aroma silvestre que perfuma mi té,
entre lluvias de pétalos reconozco mis flores
son margaritas blancas con polen de lamé.
Y si un viento de hojas me lleva hasta el otoño
pues no quiere la nieve todavía flotar:
serán botones rosas sobre mi íntimo tiempo
que el sol de algún verano se ocupó de pintar.
y broten vidas nuevas del follaje y la flor,
será un destino alegre para quien disfrutara
del paisaje del mundo y su ofrenda de amor.
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Se nos quedó el amor en noche azul,
sobre rosas de escarcha tras la helada
de la rivera blanca en la nevada
bajo nubes de raso, sueño y tul.
Y te has quedado al pie de un abedul,
único de su especie en la explanada
de pinos centinelas, perfumada,
que esconden la carrera de un huemul.
Yo patino hacia ti sobre este lago
celeste con la luna en cicloramas
que filtran sortilegios de algún mago
alerta que es lucero entre las ramas
con candelas secretas que no apago
pues suelen encenderse si me amas.
Dulce Nochebuena
En la Nochebuena azul
estrellas de miel dorada
coronan pinos helados
de pistacho con naranjas.
Chalets de muros crocantes
de cacao con avellanas
y merengue en los tejados
más chantilly en las guirnaldas.
Ladrillos de chocolate
y castañas confitadas,
flanqueadas por cubanitos
con dulce de leche y grana
de coco, nuez o maníes
nos deleitan hasta el alba.
Ya alcanzaremos el cielo
tras nubes alfajoradas
por peldaños de turrón
de almendras recién tostadas,
entre sueños y aleluyas
que encienden la madrugada,
pues un niño bello y bueno
nos quiere endulzar el alma.
Esa melena verde que enmarca un rostro hueco
dibuja, de repente, semblantes de la infancia,
tal vez sean espejos que el agua en su constancia
eterniza entre voces perdidas como un eco.
El manantial murmura que nunca estará seco
renovando su ciclo sin tiempo ni distancia,
al reflejar las vidas que en cada circunstancia
surgen desde las piedras por algún recoveco.
Son mi madre y mi hermana que animan el vacío,
o aquella amiga alegre que partió tan temprano,
entre aquellas montañas que transparenta el río.
Y con cada retrato brota un árbol lozano
fragante y luminoso como el recuerdo mío
por hermeticos juegos del corazón humano.
Junto a la negra selva enmarañada
el lago de cobalto azul bruñido
espeja en un hipnótico chasquido
el ciclo de la luna tramontada
Con la noche celeste y constelada
emerges del islote sumergido
que fue el terruño donde tú has vivido
y alberga tu silueta duplicada.
Invocas a tu Astrid una y mil veces
con la historia de amor en ese lago
estelar, planetaria y poderosa
y el universo fulge ante tus preces
tus conjuros, tus fórmulas de mago
recobrando a tu estrella misteriosa…
Ya en tu mano es la rosa
que perfuma tu líquido camino
con el agua imantada del destino.